Contexto
Desde hace ya décadas, las empresas occidentales transaccionan más allá de sus fronteras, enfrentándose a dificultades éticas a la hora de hacer negocios en jurisdicciones diversas, donde sistemas como el confucionismo, sintoismo, budismo, islam marcan el devenir de las transacciones comerciales. 
Además de estas dificultades históricas, existe hoy una preocupación creciente en Occidente: la influencia de los fondos soberanos provenientes, fundamentalmente, de países árabes y China. Fondos provenientes de Qatar o Arabia Saudita comenzaron hace 20 o 30 años a tomar participaciones en empresas occidentales, originalmente como inversores pasivos, es decir, sin ánimo de influir en las decisiones estratégicas. 
Progresivamente, esta actitud inicial ha ido cambiando. La voluntad actual es lograr puestos en los Consejos de Administración de las empresas occidentales e influir en las decisiones estratégicas. Cuando Qatar y Arabia Saudita tienen intereses contrapuestos el choque empieza a ser formidable. Esta deriva conecta con un fenómeno histórico que ahora estamos viviendo en Occidente: cómo las potencias emergentes cuestionan la hegemonía de las establecidas. 
El planteamiento del Soft Power de Joseph Nye, definido como  “la capacidad de ejercer influencia al lograr que otros adopten algunos de los propios valores y, como consecuencia, compartan algunos elementos clave de la agenda en materia de orden y seguridad internacional” (Gray, 2011), es más relevante que nunca: muchos Estados se están dando cuenta de que el ejercicio del hard power se consigue a través del soft power. “La capacidad de combinar el hard power y el soft power en estrategias de éxito en las que se refuerzan mutuamente podría considerarse ‘smart power’” (Nye, 2017). 
Los fondos soberanos saudíes y chinos tienen suficiente poder económico como para adquirir la mitad de las bolsas europeas y americanas, y, con ello, consiguen un acceso estratégico a nuestras tecnologías, a nuestra cultura y a nuestros intereses más estratégicos. Estos mecanismos híbridos político-financieros no son sólo una herramienta utilizada por los países para ganar poder económico y político, sino que, como sostienen los expertos, podría ser la principal vía para situarse a la altura de las potencias mundiales (Murphy, 2012). Este soft power se está desarrollando a toda velocidad a través de la tecnología. 
A esto le podemos sumar el riesgo del declive de las democracias liberales, y todos los riesgos éticos derivados de las fake news, IA, la corrupción, la equidad de los sistemas, los resultados económicos, las instituciones inclusivas y la socialización. Estos factores contribuyen al declive de la confianza hacia las instituciones, necesaria para la democracia y, por tanto, podrían conducir a un declive de la calidad de la democracia liberal (van der Meer, T. W. G, 2017). Esta debilidad refuerza aún más la capacidad de influencia de estas economías emergentes sobre Occidente. 
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[1] Los fondos soberanos de inversión (SWF por sus siglas en inglés) pueden ser tanto actores políticos como de mercado, y a menudo están destinados a impulsar el poder económico de un Estado. Aunque suelen seguir una lógica de inversión impulsada por el mercado, los fondos soberanos pueden utilizarse como herramientas de «equilibrio interno», es decir, para reforzar la fortaleza económica de un Estado en respuesta a desafíos o amenazas externas. Esto incluye la preservación de la riqueza, la diversificación de los activos, el apoyo a las empresas estatales y la protección de los recursos vitales. Estas acciones representan un "equilibrio interno no militar", que es un tipo de poder blando que permite a los Estados aumentar su poder frente a otros sin crear conflictos abiertos, manteniendo así relaciones beneficiosas y reforzando la seguridad a largo plazo (Lenihan, 2014)
[4] “La llegada del capital soberano como fuerza financiera mundial puede significar que los países que no busquen beneficios políticos junto con rendimientos financieros podrían quedarse atrás. La pregunta es, cada vez más, ¿por qué no perseguir objetivos estratégicos junto con los financieros?”. https://www.ai-cio.com/news/swfs-the-new-geopolitical-power-tools-says-mit-scholar/  
[5] La IA por sí sola plantea muchas amenazas en los  ámbitos de: la recopilación y el control de la información (como la violación de la privacidad, la competencia desleal y la manipulación del comportamiento), el mercado laboral (como la automatización, la composición de la tecnología, la pérdida de economías de alcance en el juicio humano y la supervisión), y en la comunicación y la democracia (como las cámaras de eco en las redes sociales, los problemas en la comunicación en línea, los efectos de gran hermano y el daño de la automatización en la democracia). (Acemolgu, 2021) https://economics.mit.edu/sites/default/files/publications/Harms%20of%20AI.pdf 
Preguntas para la deliberación
Pregunta 1: Un fondo de un país arabe que adquiere una participación del 10% de una empresa española. Al inicio entra como inversor pasivo, sin interés de querer influir en las decisiones de la compañía. Pero con el tiempo, empieza a aumentar su participación accionarial y, con ella, empieza a exigir puestos en el Consejo de Administración de la compañía con interés de influir en las principales decisiones estratégicas. ¿Qué consideraciones éticas debería hacer el Consejo de Administración para tomar una decisión final relativa a la eventual entrada de dicho inversor en el Consejo? 
Pregunta 2: Ante la entrada de un fondo soberano de origen chino en el accionariado de una empresa estratégica española ¿debe alertar el Consejo de Administración al regulador sobre los riesgos de esta entrada para un país? ¿Qué criterios éticos debería tomar en consideración el regulador? 
Pregunta 3: Una multinacional española del sector de la construcción se ve expuesta a la necesidad de sobornar a determinados decisores en México para ganar varias contrataciones públicas. ¿Cuáles son las diversas alternativas que se deberían barajar para la toma de decisiones?
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